Por supuesto el título expresa una idea general, pero como siempre sucede, existen excepciones.
En esta entrada quiero compartir mi parecer con respecto a ciertas situaciones que me tocan experimentar últimamente, al tratar de buscar a músicos para realizar alguna presentación escolar.

 

 

¿Qué sucede con algunos nuevos músicos?

La semana pasada un par de alumnos de una escuela pidieron autorización para utilizar el equipo de sonido para ensayar para una breve presentación que deberían dar en un acto escolar.
La directora del establecimiento, ante la ausencia permitida del responsable habitual de conectar el equipo, preguntó a los alumnos si sabían realizar las conexiones; los alumnos no dudaron y contestaron con un rotundo sí.
Una hora después un espantoso olor a material quemado inundó la galería de la escuela: los alumnos habían conectado de manera incorrecta parte del equipo y, naturalmente, se arruinó una placa del mezclador/amplificador.

 

Un mes atrás me asignaron como responsable para otra presentación que se realizaría en otro acto escolar. Por tal motivo me ocupé de reclutar a los músicos y, posteriormente, de buscar las armonías de las canciones que tocaríamos.
Cuando llegamos al primer ensayo los músicos comenzaron a tocar para calentar sus manos y luego de unos minutos estaban listos para empezar aunque ni el bajista ni el guitarrista se dieron cuenta que existía una gran distancia de afinación entre ellos. No tenían afinadores y no tardé en notar que afinar de oído no era una opción disponible.
Luego de afinarles los instrumentos repartí hojas con la letra y acordes de cada canción. Mi sorpresa fue muy grande cuando ambos músicos miraban la hoja con gesto de no comprender qué era lo que les estaba dando. Me dijeron que ellos usaban tablaturas.
Decidí pasarles los acordes de manera verbal: “Do mayor, después Fa mayor”, pero tampoco sabían qué eran esas denominaciones.
Le pedí al baterista que ejecute un pasaje utilizando Hihat en corcheas, pero no supo de qué le estaba hablando.
Después de cambiar radicalmente el desarrollo del primer ensayo, y tomé nota de las limitaciones con las que me movía, para enfrentar la preparación del segundo ensayo.

 

Las cuestiones relacionadas con ritmos representan otra de las zonas en las que, últimamente, aprecio serias dificultades. Los chicos pueden copiar una interpretación que ven en YouTube, pero cuando se trata de tocar un ritmo determinado con cierto aire de libertad rítmica, sin tener un lugar desde donde copiar, empiezan los inconvenientes.
Noto que la cuantización gobierna y no precisamente dentro del ambiente de los secuenciadores; gobierna o tiene una influencia marcada en algunos músicos jóvenes.

 

Otra cuestión que me llamó la atención fue el estado de abandono de sus instrumentos. No hablo del aspecto estético sino de cuestiones relacionadas con curvatura del cuello del instrumento, altura de las cuerdas, ajuste de los puentes de cada cuerda. Tanto la guitarra como el bajo estaban en malas condiciones. Lo difícil de entender fue que ambos músicos no mostraron ningún tipo de señal ante estas anomalías.
Otra área en donde aprecio grandes dificultades es a la hora de grabar la guitarra o bajo directo a la computadora. La amplia mayoría de las consultas que recibo preguntan si es posible grabar directamente conectando el instrumento a la entrada de audio ¡mediante un adaptador a miniplug!

 

Me pregunto qué está pasando con algunos chicos que quieren tocar un instrumento. ¿Es que no saben aprovechar el enorme potencial que ofrece Internet?
Hay cuestiones que tienen que ver con épocas. Hoy puede resultar natural interpretar una tablatura. Sabemos que leer música de pentagramas no es una condición absolutamente necesaria para ser un buen músico. Ahora, sí creo que deberíamos buscar, aunque sea, hablar un lenguaje común; digamos, creo deberíamos saber a qué nos estamos refiriendo cuando se menciona “toquemos un Do mayor o un Do menor 7”.
Más allá de esta característica presente en varios músicos que se inician, lo que me parece más llamativo es la carencia de oído para detectar tono y ritmo. Acaso estamos ante la generación de las correcciones de tono y tiempo?
No ataquen; no estoy en contra de estupendas herramientas como Melodyne, las utilizo continuamente, pero parece que los efectos de las soluciones que aportan estos softwares estimulan la holgazanería en ciertos nuevos músicos.
¿Es correcto pensar “para qué debo practicar para tocar en tono y en tempo, si después pueden arreglar mi interpretación con algún software”?
Creo que el músico debe tener oído y ser capaz de dominar el ritmo. Con una pista grabada por un buen músico, softwares como Melodyne tienen mucho más para ofrecer.
Pero, no creo que el problema sea la disponibilidad de grandes herramientas de software/hardware. La clave pasa por saber qué clase de músico queremos ser, y por reconocer la importancia del esfuerzo y la constancia.
El otro día le preguntaban a un grupo de chicas preadolescentes qué querían ser en algunos años más; la amplia mayoría respondió que querían convertirse en modelos.
Alguien podría argumentar que para ser modelo se necesita constancia, pero me parece que ese argumento es muy débil: una chica con un buen culo y una buena cara ya tiene gran parte del trabajo logrado y eso no le costó nada.
No sé si en todos los países sucederá lo mismo, pero en esta parte del globo – no quiero mencionar mi lugar de residencia para evitar los típicos comentarios xenófobos – el esfuerzo y la constancia para lograr un objetivo no son habituales.

 

Muy probablemente, se trate sólo de mi experiencia. Al respecto, esta es una oportunidad apropiada para conocer la experiencia de otros músicos o docentes.

 

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